SINOPSIS
Llamando a las puertas del cielo es una magnífica novela sobre la transición española, una transición generacional y espacial, del campo a la ciudad, del pasado a la modernidad. Cuenta la historia de una generación que se hizo adolescente en esos pocos años que fueron, como el propio Ansón los caracteriza, “el limbo del tránsito de una generación que llegó tarde para hacer la revolución y temprano para apuntarse a las floreadas camisas de los modernos”. Llamando a las puertas del cielo es la instantánea de una sociedad rural que llama a las puertas de Europa, es una metáfora sobre la aldea que llevamos dentro. Su estilo preciso y ágil, su agudo sentido del humor y su ironía resultan extraordinarios.
FRAGMENTO
En el cementerio de Valcorza nos han ido enterrando a todos. Uno tras otro. Uno tras otro. Me consta que a Julita le di mucha pena, y que se deshizo en lágrimas cuando se enteró de que me había ahogado en el pozo del molino. Así es la vida. O la muerte. Qué le vamos a hacer. Tarde o temprano llega el momento de rendir cuentas y se acabó. De nada sirve ponerse sentimental. Rezar todas las oraciones que uno recuerda. Cagarse de miedo. Toca, pues toca. Y a pagar. A tocateja. Como mi amigo Ernesto.
Se abre un agujero en la tierra, o en la pared. Un saco de cemento y un par de carretillos de tochos, y adentro que te vas. Santas Pascuas. Lo último que pensé cuando se me estaban llenando los pulmones de agua y de cangrejos es que había dejado el bancal de melones con la tajadera abierta. La que se iba a organizar en los ramblares. Hay cosas que no tienen remedio. Y lo que no tiene remedio mejor dejarlo estar. Que corra y lo arrastre el tiempo. Y se lo lleve. A rastras por el barranco de la vida. Envuelto en fango. Dando tumbos. Y ya está.
El último en morir fue Juan el Francés, que siguió cantando boleros muchos años. Se hizo viejo. Una barbaridad. Por eso está enterrado en la parte nueva. En un nicho de ladrillo caravista. Los demás nos hemos ido pudriendo en la tierra, con nuestro cajón de muerto y nuestro silencio. Y nuestra memoria. Que ya no sirve para nada.